Comentario
Capítulo XLIV
De la jornada que mandó hacer Huascar Ynga en los chachapoyas, y muerte de su hermano Chuquis Huaman
Certísima cosa es que ninguno está contento con su suerte y que esta hambre y deseo de oro y plata, y la ambición de reinos y señoríos cada día, como enfermedad de hidropesía, va en aumento como ellos se van aumentando y creciendo, sin jamás verse satisfecho el apetito. Bien clara muestra desta dio Huascar Ynga, que en viendo ya concluidas las inauditas fiestas de su coronación y desposorio, lo primero que trató, sin dar lugar de descansar a los capitanes que en la guerra habían servido a su padre, fue de ensanchar su estado y ampliarle, porque entre los ingas se tenía por mengua, después que creció su poder, con el no hacer hazañas y no conquistar nuevas tierras y naciones, y así Huascar entró en acuerdo con sus mensajeros, a los cuales pareció que por la parte de los chachapoyas se hiciese una entrada, y para ello mandó apercibir en todas las provincias de su reino soldados nuevos, los más valientes y esforzados que se hallasen, y a los orejones ordenó que los mejores y más atrevidos se hiciesen dos ejércitos. Habiéndose juntado en el Cuzco con la demás gentes que de fuera vinieron, declaró no querer él ir en persona a la guerra, sino que gustaba hacerla por medio de sus capitanes, de los cuales nombró por su capitán general al traidor Chuquis Huamán, que ya dijimos que presto le llegó el pago de su alevosía, y con él a su hermano Tito Atauchi. Dioles comisión para que con ellos fuese Unto, gobernador de los chachapoyas.
Aderezadas todas las cosas para la partida y habiendo en presencia de Huascar Ynga hecha reseña general del ejército, salieron los dos hermanos poco a poco del Cuzco, no queriendo a los principios cansar la gente con jornadas largas, y llegaron al Avanto y de allí entraron por la provincia de Pumacocha y conquistaron parte della, y pasaron adelante con ánimo de prender al señor principal de toda la provincia, el cual, sabida la intención de los capitanes del Ynga, con la gente más valiente y de quien más confianza tenía, se fue retirando a un sitio y fortaleza llamada Pumacocha, y allí se fortaleció como mejor supo y pudo de las cosas necesarias a la defensa del fuerte. Y Chuquis Huaman, sabido el lugar donde se había encastillado, caminó con todo su ejército sobre él y llegado a Pumacocha le cercó en torno por todas partes, poniendo guardas y espías, porque no se le fuese, pensando cuando no pudiese haberle a las manos, por fuerza de armas que la hambre se lo haría entregar.
El señor de Pumacocha, habiendo estado cercado algunos días y viendo que el cerco iba a la larga y conociendo la intención con que su enemigo estaba de cogerle por falta de comida, y entendiendo que esto era su perdición, por no poderle meter ningún socorro por las muchas guardas y el gran ejército del Ynga, acordó librarse por maña y arte, donde la fuerza le sobrepujaba. Y así envió mensajeros a Chuquis Huaman y Tito Atauchi, con mucha humildad, diciendo que bien conocía que era por demás tratar de la defensa contra un ejército invencible, como era el suyo, y así él tenía voluntad de entregarles la fortaleza y toda su tierra y sujetarse a Huascar Ynga y reconocerlo por rey y señor para siempre, y que mandaría que el restante de su tierra, que no había venido a su poder y obediencia, hiciese lo mismo que él, pero que había de ser con condición que no le robasen y destruyesen la tierra, matando la gente della, pues de su voluntad se entregaba y no por fuerza. Oída esta embajada por Chuquis Huaman y Tito Atauchi, trataron los embajadores del señor de Pumacocha con mucha cortesía y humanidad, y les agradecieron la buena intención con que venían y el buen consejo que habían tomado en su negocio y aceptaron en nombre de Huascar Ynga su señor, el ofrecimiento que les hacía de la fortaleza y todo lo demás restante de la tierra y prometieron que el señor de Pumacocha y todos sus vasallos serían muy bien tratados y honrados, así del Ynga como de sus capitanes, sin consentir ahora ni siempre se les quitase nada de lo que poseían y tenían, sino antes se lo aumentarían y harían cada día nuevas mercedes. Hechos los conciertos y habiendo regalado a los embajadores, y dádoles de comer y beber en abundancia, y muchas ropas finas de todas suertes, los despidieron.
Muy contentos Chuquis Huaman y Tito Atauchi con el buen suceso que parecía iban tomando sus negocios en aquella conquista, pareciéndole que volvería al Cuzco rico y triunfante, y que sería muy estimado del Ynga, habiendo concluido lo que se le había encargado, tan felizmente, para entrar en la fortaleza de Pumacocha y apoderarse della, como se había concertado, mandó apercibir tres mil indios orejones, charcas y de otras naciones de los más escogidos de todo el ejército para que fuesen con él arriba haciéndole compañía y lo demás del restante del ejército se quedase en el Real donde habían estado de la otra parte del un río que allí había. El señor de Pumacocha, para más disimular su traición que tenía pensada y descuidar mejor a los capitanes de Huascar, les envió grandes presentes de plumas y pájaros muy vistosos y lindos, los cuales habiendo recibido Chuquis Huaman los envió a su señor Huascar Ynga, con mensajeros, dándole aviso como tenía conquistada aquella provincia y que le había dado obediencia y todos le reconocían por señor, no sabiendo el engaño que se le aparejaba.
Y así, habiendo despachado al Ynga los mensajeros, salió Chuquis Huaman de su Real, dejando en él a su hermano Tito Atauchi, con los tres mil indios orejones y de otras provincias, que estaban aparejados para ir en su compañía, y con ellos entró por un montecillo que cerca de la fortaleza estaba y subieron todos a ella, y al camino le tornó a enviar el señor de Pumacocha muchos presentes y regalos de cosas de su tierra, para con ellos asegurarlo más. Llegado a la entrada de la fortaleza Chuquis Huaman salió al encuentro el señor de Pumacocha, y con rostro alegre y grandes muestras de buena voluntad le hizo reverencia con todos los principales de los suyos y le dio obediencia en nombre de su señor Huascar, recibiéndole por tal y le entregó la fortaleza y toda su tierra como tenía prometido y luego se sentaron en la Pampa, donde hizo una solemne fiesta a los que habían entrado con Chuquis Huaman, dándoles de comer y beber en abundancia.
Otro día por la mañana, sin haber dado muestras de su ruin y dañado pecho en cosa por donde Chuquis Huaman se pudiese recelar del ni los suyos, le dijo el señor de Pumacocha que si gustaba se querían holgar en la fortaleza él y todos los suyos, para que por sus ojos viese los vasallos y gente nueva de los cuales daría la obediencia a su hermano y señor Huascar Ynga. Chuquis Huaman se lo concedió con mucha voluntad y gusto, y así se juntaron grandísima cantidad de aquellos indios de Pumacocha y entraron en la plaza de la fortaleza, que era muy grande, con invenciones para hacer la fiesta al Chuquis Huaman. Todos venían aderezados con sus armas secretas sin que las pudiese ver ninguno de los indios del Ynga, y así comenzaron a celebrar su fiesta, con bailes y danzas y grande ostentación de regocijo y contento, y Chuquis Huaman les dio muchas dádivas de cosas del Cuzco, que no había en aquella provincia, todo para acariciarlo más y mostrarles amor. Así estuvieron holgándose desde la mañana hasta que pasó el medio día, brindando los chachapoyas a priesa a los orejones y demás soldados del Ynga, y ellos menudeando los vasos y la bebida, con más priesa que se la ofrecían, hasta que los humos de la chicha se fueron subiendo por las chimeneas arriba, de suerte que dieron señal que ya estaban apoderados de los altos y bajos de las casas.
Entonces los chachapoyas, que moderados habían andado, conociendo la ocasión, la cogieron por los cabellos y cerrando las puertas de, la fortaleza salió la demás gente que el señor de Pumacocha tenía apercibida y con ímpetu furioso dieron sobre los orejones y demás gente, y de los primeros mataron al traidor de Chuquis Huaiman, con que remató su vida y traiciones, y no gozó del triunfo que deseaba y con él juntamente murió Unto, que había entrado allá y fue tal la matanza y la gana con que la hacían, que no escapó de la gente del Ynga, sino solos mil indios de tres mil que habían entrado en la fortaleza. Esos que escaparon más fueron guiados en la huida de una suerte venturosa, que no de industria ni diligencia suya. Y los chachapoyas, hecha esta mortandad, se bañaban en la sangre de Chuquis Huaman, untándose con ella el rostro y en la demás de los enemigos y luego alegres y regocijados empezaron de nuevo a hacer fiestas y bailes.
Los mil indios de las manos de los chachapoyas escaparon, vinieron a dar aviso al Real, donde había quedado Tito Atauchi con el ejército, donde oída tan nueva todo fue confusión y alboroto, sin saber adónde acudir en tal trance, temerosos que los enemigos no viniesen sobre ellos, que sin duda si siguieran el alcance y arremetieran al Real los desbarataran haciendo una notable destrucción. Pero olvidados deste pensamiento, no salieron de la fortaleza como debieran, y Tito Atauchi y demás capitanes tristes y dolorosos de tan no pensado suceso, tomaron por último remedio por entonces retirarse, y así con la mejor orden que pudieron se retiraron al Avanto, donde se fortalecieron y los chachapoyas tomaron las cabezas de Chuquis Huaman y demás indios principales que habían muerto, y las pusieron en, las puertas de sus casas por trofeo e insignia de su valentía, o por mejor decir de su traición.